Coprotagoniza “La última sesión de Freud”, obra que sube a escena todos los lunes, martes y miércoles en el Teatro Bristol. Cuenta de qué manera esta pieza habla de la actualidad, de la crisis y del encuentro.
Todos los lunes, martes y miércoles del verano, Luis Machín se sumerge –y nos sumerge- en la atmósfera de un siglo XX que vive la Segunda Guerra Mundial. El gran actor interpreta a Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, mientras que su compañero César Lorenzo encarna a C.S Lewis, un escritor británico admirador del pensador austrohúngaro. En el Teatro Bristol –a las 20- ambos desarrollan “La última sesión de Freud”: la pieza narra el encuentro entre ambos personajes el mismo día en que Inglaterra le declara la guerra a la Alemania de Hitler.
“Hacer la obra es una manera de agradecerle al psicoanálisis en la persona de Freud, que fue su descubridor, los beneficios que eso trajo para mi”, dijo Machín en una entrevista con LA CAPITAL.
Machín contó que empezó a psicoanalizarse hace “veinticinco años”. “Empecé en un momento de dificultades personales y fui encontrando a través del psicoanálisis la posibilidad de generar respuestas en un campo emocional que estaba muy dolido”.
El que aparece en escena es un Freud que atraviesa los últimos días de su vida y que sigue enfermo: tiene un cáncer de laringe que es, finalmente, la causa de su muerte.
“En un mundo que está absolutamente comunicado, no existe el tiempo para la reflexión”
Preparar semejante personaje, acaso uno de los más trascendentes del siglo XX, no le generó temor. “No hay tantos registros de la fisionomía de Freud, más allá de fotos y algunas filmaciones de la época muy precarias y muy cortas. Freud es una personalidad que está muy presente en muchísima gente y Argentina es un país en el que el psicoanálisis tiene una protagonismo excluyente. Vienen muchos estudiantes de psicología, hay muchos psicoanalistas, hay gente que lo conoce a través de sus escritos, su legado y hay un plus de responsabilidad porque es referente de mucha gente, pero miedo no me generó nunca”, agregó el actor sobre cómo armó el personaje.
Es que conoce el texto de esta pieza desde hace doce años. En aquel primer ciclo de funciones interpretó al escritor inglés. “Siempre me pareció muy relevante la posibilidad de contar una historia donde haya dos posiciones tan encontradas como son la ciencia y la religión”, dijo sobre el conflicto principal de la obra.
Disfrutó del rol de Lewis. “Siempre me quedó el deseo de volver a reponerla y a medida que pasaron los años, el deseo se fue trasladando hacia la posibilidad de hacer a Freud. Siento una enorme gratitud con todo su legado y con lo que significa y significó el psicoanálisis en mi vida”.
“Detrás del desarrollo de la cultura hay personas que se quedarán sin oportunidades de estar contenida por leyes que no sean las del mercado. El mercado solo mira las posibilidades del rédito”
-Es notable que sin que se conozca a fondo la teoría de Freud, muchos de sus conceptos están popularizados. ¿Eso facilita el desarrollo de la obra?
-Sí, eso es notable, nosotros hicimos muchas funciones por el interior del país y es notable cómo la terminología psicoanalítica está muy arraigada en la gente. Si bien la obra es una discusión filosófica y de creencias muy importante, el humor que tenía Freud y que se desprende de sus escritos es muy importante y la obra. La terminología está muy arraigada en los argentinos. Eso la acerca mucho a la gente, porque no es una obra lejana, es el intento de dilucidar interrogantes que los seres humanos nos hacemos en todo el transcurso de nuestra vida.
-En este momento en que el sector de la cultura vive un momento tan particular por las nuevas políticas nacionales, ¿qué tiene para decirnos la obra sobre este contexto?
-Tiene para decirnos muchas cosas. Una de las principales es cómo se ha perdido el tiempo para el desarrollo de ideas, el tiempo para la confrontación de ideas. Hoy día está todo mediatizado a través del periodismo, las noticias se instalan y se desarrolla todo alrededor de esa noticia, que empieza a formar parte de una agenda que sólo discute el momento. Hay muchas cosas que atentan contra el normal desarrollo de lo que serían las ideas. No hay tiempo. En un mundo que está absolutamente comunicado, no existe el tiempo para la reflexión. Lo humano queda en un plano totalmente secundario y pasan adelante las noticias y lo fulgurante que puede tener una noticia, lo artificial, lo estridente. La obra dialoga con la posibilidad del desarrollo de las ideas a través del tiempo que necesitan esas ideas. Hoy estamos atravesando una situación económica que se vislumbra catastrófica a mi manera de ver, eso afecta profundamente el estado de ánimo, el carácter de la gente, la posibilidad de un verdadero diálogo profundo de ideas y no de artificios que proponen las noticias. La cultura es un sector que, cuando hay una un estado económico que se vislumbra catastrófico, es siempre una de las primeras cosas, sino la primera, que se recorta. Detrás del desarrollo de la cultura hay personas que se quedarán sin oportunidades de estar contenida por leyes que no sean las del mercado. El mercado solo mira las posibilidades del rédito.
-¿Considera que el teatro tiene mucho para decir sobre este tema?
-El teatro siempre tiene mucho para decir, pero evidentemente las reflexiones que propone el teatro no han sido escuchadas o no supimos hacernos escuchar o la gente de verdad ha sido llevada de las narices a un territorio que termina afectándolos directamente en su cotidiano. Yo tengo muy pocas esperanzas. Uno pone las esperanzas en aferrarse a las cuestiones más esenciales de la vida personal. Lamento que estemos en una encrucijada donde una gran mayoría de la sociedad optó por un recorrido que los terminará afectando directamente.